Cada vez personas más jóvenes me consultan preocupadas porque notan fallos en su memoria, no recuerdan con claridad las cosas, notan que tienen pérdidas de atención y concentración … en definitiva, se sienten agotadas mentalmente.

Cuando empiezo a preguntarles, y hacemos la exploración para aquellas que acuden a consulta, me encuentro con niveles elevados de estrés que afectan directamente a su calidad de vida.

Cuando hago referencia al estrés, me estoy refiriendo a la respuesta adaptativa que tiene nuestro organismo frente a distintos estímulos ya sean: ambientales, internos o externos.
Nuestro organismo se prepara para hacer frente a las posibles demandas que se generan como consecuencia de la nueva situación.

Volviendo a las personas jóvenes que os estaba comentando, les pido que me describan como es un día normal en su vida, y me encuentro con largas listas de actividades organizadas: estudiar, trabajar, aprender idiomas, hacer deporte, tomar algo con los amigos, visitas médicas rutinarias … personas desconectadas a veces de sí mismas.

¿Te identificas? el ritmo de vida que llevamos a diario muchos de nosotros.

 

¿Con qué nos encontramos?

Procesamos la información lo más rápidamente que sabemos y/o podemos, seleccionamos las conductas más adecuadas para hacer frente a la situación, buscamos la mejor respuesta a algo que percibimos como amenazante para nosotros…

Si este estado se repite con frecuencia supone un desgaste para nuestro organismo con la aparición de síntomas psicosomáticos, entre ellos la pérdida de memoria; no con ello significa que tengamos demencia a edades cada vez más tempranas.

El estrés, la ansiedad y la depresión afectan a la memoria.

De hecho, para llegar a un diagnóstico correcto de la demencia, los profesionales realizan una valoración clínica extensa donde recogen información de la persona y de su entorno más próximo, una batería de pruebas neuropsicológicas, alguna de neuroimagen… así que no nos obsesionemos.

 

¿Qué hacer entonces?

Cuando detectamos esta situación, debemos detenernos y reflexionar para intentar modificar alguna pauta en nuestra vida.

Por ejemplo: buscar tiempo para nosotros para hacer aquellas actividades que nos gustan y nos distraen, sea leer, escuchar música, escribir, meditar, practicar alguna actividad física; percibir los cambios como positivos en lugar de verlos como amenazantes…

En definitiva, intentar dejar que la vida fluya sin tener que controlar todo lo que ocurre a nuestro alrededor ya que es imposible y nos lleva al desgaste que comentaba anteriormente.

No te olvides de compartir momentos con los amigos y la familia.

Ya ves que se trata de ir dando pequeños pasos que nos acerquen a nosotros mismos, a nuestras necesidades para mejorar nuestra calidad de vida.

 

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Si te surge alguna duda o quieres hacerme algún comentario, no dudes en contactar conmigo.

 

 

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