Cuando comemos rápidamente, de una forma nerviosa, de pie, mientras trabajamos…
Nuestro cuerpo “codifica” esa situación de la misma manera que si estuviéramos ante un peligro, y activa una respuesta de estrés.
Cuando estamos nerviosos nuestro cuerpo libera cortisol, y esta hormona nos empuja a conseguir energía de forma rápida, por lo que nos apetecen alimentos ricos en grasas y azúcares como: patatas fritas, galletas … que son los que nos dan esta energía en forma de glucosa.
Después de comerlos, tenemos un rato en el que nos sentimos bien, porque la glucosa y la serotonina (hormona de la felicidad) “empapan” nuestro cerebro.
Pero esta felicidad dura poco, y al rato nuestro cuerpo ha conseguido hacer bajar la glucosa liberando insulina.
Y toda la energía que no hemos quemado en este tiempo, se convierte en estos kilos de más que luego nos cuesta quitarnos de encima.
Es importante que si nos decidimos a hacer dieta, que la apoyemos con ejercicio físico (que sube el ánimo), durmiendo bien, tomando cada día un poquito de sol y tomándonos las cosas con humor.
¿Qué ocurre entonces en nuestro cuerpo?
Las digestiones son lentas
El estrés engorda porque convierte las digestiones en procesos mucho más lentos.
Nuestro organismo “entiende” que estamos ante un peligro y prioriza nuestra respuesta de defensa y el mecanismo de estrés ante cualquier otro proceso como es el caso del digestivo.
Esto se traduce en que los movimientos del estómago se hacen más lentos y la secreción de jugos gástricos se ralentiza.
Aumenta el apetito
La descarga de adrenalina que se produce como respuesta ante una situación de peligro, aumenta nuestro ritmo cardíaco y la tensión muscular, lo que supone un gran gasto de energía.
Es entonces cuando comenzamos a segregar cortisol (su función es encontrar energía en situaciones de estrés) y para ello el cortisol aumenta el apetito.
Todo esto sería sano y lógico si comer fuera una situación de peligro real pero… no es así.
Nuestro cuerpo se “confunde” y percibe nuestra intranquilidad y nuestra sensación de “no tener tiempo para comer” como si realmente estuviéramos en una situación amenazante.
Lo ideal es comer tranquilamente
Cuando llega la hora de comer, nuestra mente y nuestro cuerpo necesitan estar en calma.
Algunas sugerencias son:
- Comer atentamente, centrándonos en la comida.
- Elegir un lugar tranquilo para comer.
- Comer siempre a la misma hora (siempre que podamos).
- Masticar los alimentos para facilitar la digestión.
- Respirar profundamente antes de empezar a comer.
Esto es básico para conectar con nuestro cuerpo y tranquilizarnos, especialmente si llegamos al momento de la comida con muchos nervios.
Si crees que a ti el estrés te engorda, puedo ayudarte.
Voy a enseñarte a comer de una forma sana, y a manejar el estrés con técnicas como Mindfulness o Coaching nutricional.
No empieces las fiestas que se aproximan con esos kilos de más que ya te sobran, estamos a tiempo todavía de empezar a trabajar en mantener el estrés a raya.
¿Cuándo empezamos?
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