La semana pasada tuve una serie de contratiempos y no pude escribir el artículo en el Blog como vengo haciéndolo habitualmente, pero el fin de semana tuve un momento para recapacitar sobre la vida que llevamos la gran mayoría de nosotros y de esta reflexión surgen las siguientes líneas:

¿Con qué pie te levantas por las mañanas: con el derecho o con el izquierdo?

Dicen que es bueno antes de levantarnos que estemos unos minutos sentados en la cama para que la sangre se distribuya correctamente por todo el cuerpo, ya que de esta manera evitamos cambios bruscos y nos ahorramos pequeños mareos de buena mañana; o que nos estiremos como un gato es otra opción.

Estas recomendaciones como muchas otras están muy bien pero …

¿Qué pasa con nuestro estado de ánimo?

Hay personas que se levantan bien, de buen humor, alegres, activos… en cambio, hay otras que no puedes darles ni los buenos días, ni tan solo mirarlos a la cara ya que todo les molesta y hasta que no pasa un buen rato no parecen seres humanos.

Me atrevo a decir que estas situaciones no pasan sólo en mi casa, sino que se trata de situaciones vividas por miles de personas cada día por la mañana, nos acostumbramos, forman parte de nuestra vida y cuesta mucho cambiar estos hábitos.

Siempre se ha dicho que de puerta hacia dentro es problema de cada uno pero… ¿no os encontráis que hay mucha gente que va por la vida como si estuviera siempre enfadado?

¿Con quién lo pagan? Con el resto del mundo.

Justo ayer salía del tren, y una chica que salió antes que yo, le dio un empujón a otra (sin pedirle perdón) y la que recibió el empujón empezó a gritarle: “Si tienes prisa levántate antes, no vayas por la vida empujando a los demás ni malhumorándolos de buena mañana”. Imagino que os podéis imaginar que la chica que no pidió perdón, tampoco tuvo la amabilidad de girarse a responderle, simplemente la ignoró y siguió su camino (observación: no llevaba ningún tipo de auricular que le impidiera escuchar lo que pasaba a su alrededor).

Si es cierto que de buena mañana (después de pegarnos el maratón de la ducha, de arreglarnos, de preparar los desayunos de los niños, las mochilas para el colegio…), conseguimos salir de casa y apretamos rápidamente el botón del ascensor con tal de que ningún vecino nos vea (así evitamos aquellos segundos incómodos y interminables que de lo único que nos sirven es para mirar el suelo, el reloj…) para finalmente verbalizar: “adiós”.

Salimos a la calle, la gente va con prisas, caminamos con paso firme y dirección fija (sin prestar atención a lo que nos rodea).

Si vamos conduciendo luchamos porque nadie nos adelante y aceleramos antes de que el semáforo se ponga en rojo…

Una vez llegamos al trabajo, con un poco de suerte puntuales siempre que no nos hayamos encontrado caravana, que hayamos aparcado fácilmente, que el tren no haya ido con retraso… y pensamos que sólo nos quedan 8 horas de trabajo.

Cuando terminamos, volvemos a lo mismo, pero tenemos que añadir el cansancio y los posibles problemas que hayan surgido durante el día.

Así NO se puede vivir.

Estarás de acuerdo conmigo si has leído hasta aquí, que de esta manera NO se puede vivir. No podemos estar TODO el día corriendo, malhumorados, que todo nos moleste … y menos pagarlo con el resto de la gente. Tenemos que tomarnos la vida de otra manera, con otro tipo de filosofía, ya que la vida son dos días y pasa demasiado rápido.

En el próximo post os pasaré algunos tips para “desacelerar” un poquito y me despido con una excelente frase que da que pensar.

“La vida es aquello que te pasa mientras estás haciendo otros planes” John Lennon

 

 

 

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